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martes, 12 de abril de 2011

La Tierra en el futuro

Cada día el Planeta, pero ante todo el ser humano empiezan a verse más amenazados y comprometidos en cuanto a su existencia. Los humanos indudablemente han impactado contundentemente el Planeta (de buena y mala forma, especialmente esta última) y por obviedad a su misma especie, Homo sapiens sapiens.
Recurrentemente en nuestra cotidianeidad andamos divorciados (por ponerlo en términos de contractual-consagunidad) con nuestra misma naturaleza, pues en el proceso de afectación del ambiente y la biodiversidad, nos estamos afectando a nosotros mismos. Y si a esto le añadimos esa codicia propia de los humanos y ansias de poder con el que nos traicionó la evolución, pues la cosa se pone de castaño a oscuro.
Es aquí donde entran las visiones como valoramiento de bienes y servicios, que desarrollo sostenible, que biocomercio, que bioprospección, que trabajar por la eficiencia en la prestación del agua, que la productividad con responsabilidad ambiental, entre otros artilugios tecnócratas con los que quieren engañar y poner paranóica a la gente. En trabajar más bien en pro de la sustentabilidad (eso sí sostenible), que implique una justicia ambiental y que no pocos puedan disfrutar y agotar lo que aún queda en el Planeta.
¿Hasta cuando entenderemos que el Planeta no es infinito para soportar nuestra incómoda carga y que la vida no es patentable ni comerciable? ¿Hasta donde llegará la codicia humana por sobrevivir pero sin una visión prospectiva y equitativa? ¿Hasta cuando llegará la barbarie contra toda expresión de vida, incluyendo la humana?
Estas preguntas, son las que deberíamos plantearnos en este día, el Día de la Tierra. No como este tipo de planteamientos tan asquerosos y que rayan en el absurdo, así todavía muchos de nuestros referentes culturales obedezcan a la consecución exclusiva de capital.
Aunque como en muchas celebraciones, no solo nos deberíamos preocupar por los destinos globales hoy 22 de abríl, sino que debería reflexionarse sobre la situación y plantear alternativas de vida, día a día. Otro modelo de vida (así suene romántico), es posible. Por ejemplo, que la ciencia y la tecnología sirvan para potenciar y complementar saberes populares para el disfrute del patrimonio natural público, ¿es eso mucho pedir? ¿O nos puede más la codicia fraticida que nos carcome y sentencia a la extinción? Y esa pregunta no solo va dirigida a los académicos y técnicos, también a los que tienen el poder político.
El futuro, creo, ya lo comprometimos. Pero aún podemos mitigar el daño ya hecho. Dejemos por lo menos que nuestros descendientes lleven el mensaje de re-plantear un mundo, en donde la naturaleza y la madre Gaia, nos enseñe que la diferencia es el mayor valor y riqueza para construir y compartir. Ojalá esto lo entendamos todos y todas para que tenga eco en nuestra cultura. Pero ante todo que lo tengan en claro muchos dirigentes, de quienes depende que el futuro pinte con otro color: el del azúl profundo del alma de GAIA. Esto no es de facciones o corrientes políticas (izquierda o derecha), es de sentido común

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